martes, 12 de julio de 2011

Pepe, al que tanto queríamos

A las 4:30 de la madrugada del lunes día 11, se nos ha ido, camino de nuestra memoria, Pepe, a quien tanto queríamos. Ese hombre progresista, austero, honesto, solidario. Se nos ha ido cuando tanto lo necesitábamos. Lo necesitaba la política para que la gente apreciara bien -admirara- de qué está hecho un servidor público.

Quiero que sepan todos que su impresionante biografía –alcalde, presidente de la Diputación, senador, presidente del Puerto de Huelva- le convirtió en un ejemplo de servicio a los demás y que se deslizó por ella con la elegancia de quien sabe que no es lo importante. Lo esencial eran la familia y los amigos. Lo importante era la vida a la que tanto apreciabas. Lo habíamos hablado más de una vez: el significado de la vida era vivir. La vida, para compartirla con Inma, a la que adorabas; con Enrique, de quien tan orgulloso te sentías y con el que compartías sangre y madridismo; la vida era lo que iluminaba el camino hacia Cuenca para ver a tu niña.

¿A quién vamos a tomar el pelo si pierde el Madrid? ¿Quién nos va a llamar cuando gane el Betis? ¿De que están hechos a partir de ahora los domingos por lo tarde?

Hace un año –cuando el gol de España- nos advertías, prudente siempre, que los saltos de Manolo, María Jesús, Inma, Jesuli, Bosco, tu pareja –siempre mirándote de reojo- y míos –Mar estaba en Sierra Nevada y la llamamos para compartir alegría- terminarían hundiendo “Maracaná” o rompiendo la tele. Porque tú permanecías en tu silla, con esa mirada que habías ido construyendo, entre alegre y melancólica.

Pepe, no volveremos a abrir “Maracaná” porque no soportamos tu ausencia.

Como tú decías: “Nos llamamos”. Mientras tanto, un beso Pepe, compañero, hermano.