jueves, 27 de noviembre de 2014

LA CORRUPCIÓN MATA

         La corrupción mata la democracia y sólo más democracia puede con la corrupción. No existe mayor insulto a los sacrificios de los españoles impuestos por este Gobierno para solventar los balances de las entidades financieras, auténticas protagonistas de los males que nos afectan, que comprobar el nivel de corrupción de quién se lo solicita. Nada más irritante que la indecencia de servidores públicos que reclamaron confianza y la transforman en pillaje aprovechando la gestión del dinero público.
           Desmoraliza la impunidad generalizada, porque la impunidad es la salvaguarda de la corrupción  y estimula las conductas más reprochables. Es impunidad no devolver el dinero sustraído ilegalmente; como lo es la lentitud de la justicia y la falta de tipificación penal de conductas inaceptables. Impunidad es aprovechar la institución del indulto para evitar la condena y lo es también decisiones penitenciarias privilegiadas destinadas a reducirla. Impunidad es que no se conozca al detalle y por cualquiera el destino y el uso de todo dinero público, sea en forma de ayudas, subvenciones o trasferencias.
             Pero la corrupción es también una estrategia que busca dominar las instituciones democráticas tomando el poder político. Para ello determinadas formaciones políticas se valen de financiaciones irregulares que rompen las reglas de juego electoral, les sitúan en posiciones privilegiadas y se convierten en deudores de quienes les financiaron y a cuyo vasallaje se obligan.
             La corrupción no es del sistema, aunque el sistema debe envolverse en mejores soluciones por el daño que significa para nuestra convivencia. Esto es importante: la aceptación de la corrupción, por mínima que sea, daña el modelo de convivencia democrática al despojarla de los valores sobre los que se sustenta. Porque hay también una corrupción que no deriva del dinero, sino de la mentira para la consecución de fines políticos o del engaño para no cumplir los compromisos.
              Una sociedad limpia, por último, debe diferenciar e individualizar la corrupción. Porque la corrupción tiene nombre y apellidos (Matas, Granados, Camps, Cotino, etc) y, al hacerlo, se repara la inocencia de quienes cumplen con su deber como servidores públicos : esencial para que seguimos creyendo y defendiendo la democracia